Me dirijo a ti con el corazón en la mano sin la intensión de ofender ni crear polémica, pero me es necesario dirigirte estas palabras para descargar mi alma y estar en paz.
Herman@ chilang@ sé que has sufrido mucho más que cualquier otro mexicano y sin percatarme de ello te he aborrecido, criticado y juzgado cuando en realidad te mereces toda mi comprensión y respeto, no por ser capitalino sino porque eres tan humano como yo.
Sé que en tu corazón estas necesitado de cariño, reconocimiento y paz, por ello te pido una disculpa por no entenderte y despreciarte… Ha sido muy soberbio de mi parte al no ponerme en tus zapatos y comprender que tu estilo de vida no es vida, siempre atemorizado, reprimido, a las carreras, entre tanta inseguridad, a la defensiva para protegerte de un mar de maldad, corrupción, agresión y neurosis que te rodea día a día… No ha de ser nada fácil.
Hace muchos años, nosotros a quienes llamas “Provincianos”, llegamos a invadir tu hermosa ciudad y por esos foráneos dejaste de ser capitalino para formar parte de lo que hoy llamamos “chilang@” (termino mal aplicado)… Tristemente todo se salió de control y fuiste adoptando actitudes de sobrevivencia que poco a poco han tomado tintes de negatividad que te han ido marcando… No es tu culpa, siempre fue responsabilidad de todos.
Hoy buscas una paz, una mejor ciudad y un mejor país… Nosotros los “provincianos” también.
Debo confesar que nos cuesta trabajo aceptarte y máxime cuando tomas la decisión de radicar aquí y abrir una empresa o negocio fuera de tu ciudad natal, pero herman@ chilang@ hoy eres tu quien nos necesita para poder salir y ahora sí poder vivir en paz fuera de tu hermosa ciudad que hoy es la más grande y peligrosa del mundo.
Te reitero que cuentas con mis oraciones, con mi apoyo y aceptación, solo recuerda que: UNO NO ES DE DONDE VIENE SINO DE DONDE ESTA…