En una mujer encontraras un estomago que no es perfecto, las piernas que no lucen de mármol, los senos que no son firmes como bíceps de fisicoculturistas. Hablo pues de una mujer real y normal.
Una que ha sido madre y ve en su piel los tatuajes del embarazo, esa etapa en la que tiene la fortuna de sentir las pataditas del bebe, escuchar sus latidos, sentir sus movimiento. Empieza a conocerlo a qué hora está inquieto y que música lo tranquiliza, pero también es la etapa de cansancio, de no poder dormir, de ver hinchados los pies, y aguantarse la terrible comezón en el vientre.
Después viene el parto casi siempre doloroso, por algo se llama “trabajo de parto”, dar a luz no es fácil, los últimos días son desvelos y se llega al final del embarazo con cansancio y un poco de depresión, pero nomás nace y se hace escuchar el bebé y la mujer madre llora, lo abraza y se le entrega para siempre. Le da su primer y único alimento por días o incluso semanas, la leche materna es el mejor nutriente que un recién nacido obtiene, y ella con gusto lo obsequia.
Pienso en esto cuando veo a esa mujer con su hijo, lo piensa un poco, pero al final se decide y se quita la blusa para entrar a la alberca. Es una mujer hermosa, su estómago muestra las marcas de un embarazo, sus senos también, pero no deja de ser hermosa y atractiva.
Sucede que nos han bombardeado por todos los medios visuales posibles que la mujer hermosa es solo aquella eterna veinteañera que la lozanía de la juventud le otorga frescura y firmeza a su cuerpo, lo hemos creído y ellas lo han creído. Nadie nos ha mostrado la belleza de una mujer en cada una de sus facetas.
Me da gusto verla arrojar el pudor social junto con la camiseta, lanzarse al agua y sonreír. Ver sus marcas y acompañar a su hijo son muestra de una capacidad poco valorada, la capacidad de amar, de entregarse, de saber que el cuerpo no será el mismo y que la sociedad (yo y ustedes) juzgaremos sus kilos demás, su celulitis y estrías, y aun así decidió ser madre, entregarse al hijo, amarlo tanto como para sacrificar la vanidad, esa capacidad de amar es la que admiro.
La veo hermosa mientras nada con su hijo, y yo cuido al otro, al pequeñito y más friolento. No puedo evitar sentirme celoso, sigue siendo hermosa…hubiera preferido que no usara bikini.